miércoles, 30 de junio de 2010 Jorná antitaurina nel llar mozu 23 Jul


23 Julio

¿Por qué toros NO?

Aunque a la mayoría de los españoles no les gustan ni les interesan los toros, como nos muestran año tras año las encuestas de opinión, y la conciencia ética respecto al maltrato animal aumenta constantemente, un pequeño pero influyente número de aficionados, unos medios de comunicación acríticos y unos políticos populistas, mantienen contra corriente mundial una actividad anacrónica desde el punto de vista cultural, anómala desde el punto de vista sociológico y degradante desde el punto de vista ético.

Planteemos de manera cruda el siguiente hecho: Hoy, a comienzos del siglo XXI, en la España “moderna” y “homologada” de la Unión Europea, desde el Estado y las Administraciones Públicas locales se utilizan los impuestos de los ciudadanos para fomentar y subvencionar una actividad que te llevaría a la carcel en numerosos otros países de la misma Unión. ¿Conoce el lector algún otro ejemplo equivalente? Quizás venga a la mente que en Francia también se dan corridas en algunos departamentos. Y ciertamente es lamentable que así sea. Pero incluso en ese país, la legislación impide que la práctica se extienda a otros territorios, lo que evidencia que implícitamente se considera una práctica indeseable. ¿Por qué si no habría que impedir que se difundiera por todo el territorio nacional? También en Portugal se mantienen algunos espectáculos, en general menos sangrientos. Tanto en Francia como en Portugal el calificativo “a la española” significa el modelo más brutal y sangriento de sus variantes nacionales. En cualquier caso, también es la tauromaquía allí el último residuo de espectáculo con muerte de animales.

Los argumentos, si se les puede llamar así, de los defensores de estas prácticas se resumen en los clásicos de la tradición, el arte y la cultura, a los que se ha añadido recientemente el argumento ecológico. Además, últimamente, para agregar unas gotas más de irracionalidad al asunto (por si hubiera poca) se utiliza como arma arrojadiza en la batalla de identidades nacional-nacionalistas. Vayamos por partes:

La tradición:

En primer lugar, cuando se dice que el toreo es tradición es porque se carece de una perspectiva histórica: el toreo de a pie tal como lo conocemos tiene relativamente pocos años y además está cambiando continuamente. Sus antecedentes más lejanos se encuentran en las “cazas de fieras” del circo romano y más recientemente en prácticas militares de caballería en las que los caballeros se entrenaban en la persecución y derribo de animales como entrenamiento guerrero. Pronto fueron calando en el pueblo llano como forma de desahogo de todas las represiones, frustraciones y liberación de toda la rabia contenida de estos. El animal se convertía así en la víctima propiciatoria, en la manera de purgar toda la vileza y agresividad humanas en su estado más primitivo.

Curiosamente, el innovador Carlos IV prohibió las corridas (finales del siglo XVIII) mientras que Fernando VII, quien cerró las universidades y prohibió la Constitución liberal, las volvió a permitir y bajo su reinado se abrió la primera escuela de tauromaquia en Sevilla. El defender lo tradicional por el simple hecho de serlo significa que se renuncia al derecho a la crítica y al progreso, descansando nuestra responsabilidad en generaciones anteriores. Las mayores barbaridades, por definición, son tradicionales allí donde se practican. Curiosa también es la selectividad de lo que consideramos como tradición. La esclavitud, la discriminación de la mujer, el racismo o la guerra de conquista por poner sólo algunos ejemplos, han sido tradiciones en todo el mundo durante mucho más tiempo que las corridas de toros y no creemos que nadie se atreva a defenderlas abiertamente hoy día. Estar sometidos al dictado de la tradición o de la cultura inmoviliza a una sociedad. Cada generación tiene el derecho (e incluso el deber) de analizar críticamente el legado recibido y decidir qué transmite a la generación siguiente y qué tira al cubo de la basura de la historia.
El arte:

Es el argumento más usado por los taurinos y el primero que les sale de la boca, al tiempo que es el más confuso. ¿A qué se refieren? A veces quieren decir es que el toreo ha sido el tema para obras de arte, en concreto y de forma recurrente citan la “Tauromaquia” de Goya y “El llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías” de Federico García Lorca, o algunas de las novelas de Ernest Hemingway. El contra–argumento es sencillo: también se han realizado espléndidas obras de arte sobre las guerras o el martirio de los santos y evidentemente no por ello estas son costumbres que se deban conservar. Otras veces se refieren a que el toreo es un arte en sí. A pesar de la plasticidad que puede tener, el arte no puede considerarse un “valor supremo” ante el que deben supeditarse las demás consideraciones, muy especialmente la ética. Así se entiende en otras manifestaciones artísticas como el teatro o el cine, en las que se toman precauciones (a menudo por imposición legal) para no causar sufrimiento o muerte de animales aún a costa de dificultades técnicas y aumento de presupuesto de producción.

Dentro de esta linea “artística” a menudo se mencionan valores antropológicos, míticos y/o místicos. En su lenguaje altisonante y grandilocuente (es absolutamente necesario el envoltorio para hacer pasar por arte semejante carnicería) los taurinos hablan incluso de “liturgia”, de la lucha del “hombre” contra la “naturaleza”, del bien contra el mal, de la vida y la muerte, etc.

Ciertamente, es muy posible que estas últimas interpretaciones sean correctas, lo que no está claro es de qué parte está el bien y de cual el mal, y de que no estemos representando una y otra vez el triunfo del mal y la violación de la naturaleza por parte de ese primate inteligente aunque poco sabio que se cree “sapiens”. A algunos nos parece más bien que lo poco de sensato y digno que hay en una plaza de toros camina a cuatro patas.
La cultura:

Es un sub–argumento del anterior, que se completa con la declaración de que el toreo es tradición. Si se acepta que cultura es “el resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos y afinarse por medio del ejercicio de las facultades intelectuales del hombre,” no queda mucho en pie del sub–argumento.

La cultura es todo aquello que contribuye a volver al ser humano más sensible, más inteligente y más civilizado. La crueldad que humilla y destruye por el dolor jamás se podrá considerar cultura. No. La tortura no es cultura.

En 1980, la UNESCO, agencia de la ONU encargada de la ciencia, el arte y la cultura, dictaminó al respecto: “La tauromaquia es el terrible y venal arte de torturar y matar animales en público, según unas reglas. Traumatiza a los niños y los adultos sensibles. Agrava el estado de los neurópatas atraídos por estos espectáculos. Desnaturaliza la relación entre el hombre y el animal. En ello, constituye un desafío mayor a la moral, la educación la ciencia y la cultura.”
La ecología:

Este argumento se divide en dos partes: el “toro bravo” como “especie” a proteger y la dehesa como “ecosistema” valioso.

Es importante hacer notar que el “toro bravo” no es una especie, ni siquiera una “raza” con una descripción definida. Los toros bravos de las distintas ganaderías se han seleccionado, como otros animales de la industria agropecuaria, para dar un producto adecuado a la demanda. Se producen así toros pequeñitos (unos 500 kg frente a los 700-800 de una vaca lechera normal, no digamos los 1200 de un semental reproductor), de poca alzada (poco más de un metro en la cruz) para que el torero lo pueda estoquear a gusto, que se torean muy jóvenes (apenas cuatro años) de modo que todavía no hayan aprendido a luchar y embistan inocentemente de frente.

El toro es una animal herbívoro de naturaleza pacífica que sólo utiliza los cuernos para defenderse y/o luchar con otros machos en la época de celo. Como decía Belmonte “todo el mundo sabe que es prácticamente imposible lidiar un toro en campo abierto, porque ante cualquier amenaza casi siempre elige la huida. La única posibilidad es acorralarlo y hacerle luchar por su vida”. En tiempos pasados se utilizaba cualquier toro (e incluso vacas) en estos espectáculos sangrientos. La desaparición “del toro de lidia” no es para la riqueza genética de la Tierra una pérdida mayor que la desaparición de la vaca holandesa, por poner un ejemplo.

Lo mismo en cuanto a las dehesas. Son tan artificiales como un maizal. Con más variedad de especies y, sin duda, con más valor ecológico pero, en último extremo, si se decide que tienen un valor en si mismas hay una solución sencilla. Con una fracción del dinero que se gasta la Administración Pública en subvencionar y fomentar las corridas de toros se pueden convertir unas cuantas en parques nacionales protegidos de verdad.
Lo nacional-nacionalista:

Desde siempre ha sido un intento de los taurinos identificar “la fiesta” con “lo español” , signifique lo que signifique, estimulando lo que de irracional tiene el apego a “la tribu”. Hay que reconocer que lo han conseguido en gran medida. Lamentablemente, muchas personas que no gustan de las corridas se retraen a la hora de combatirlas bajo el argumento de que “es lo nuestro”. Igualmente algunos detractores, por ejemplo en Cataluña, pretenden atacar la tauromaquia con el mismo argumento a la inversa: es lo español, por lo tanto “no es lo nuestro”. Olvidan que la práctica de la tauromaquia y otras variantes de festejos populares con toros tiene más tradición en Cataluña (como, en general, en todo el litoral mediterráneo) que en otras regiones mas “españolas” como la cornisa cantábrica, sin ir más lejos. Desgraciadamente, los políticos de uno y otro signo utilizan estos argumentos sin ningún rigor y en función de sus intereses partidistas. Tanto unos como otros utilizan los resortes emocionales, primitivos y en definitiva irracionales que están en la base de las mejores técnicas de manipulación de masas.

¿Y la ética, dónde queda?…..

Lejos. Desgraciadamente, muy lejos. España tiene una asignatura pendiente en el campo de la ética aplicada a los animales (tanto teórica como práctica) y de la legislación correspondiente. La ya abundante bibliografía existente hay que leerla en otros idiomas (con notables y meritorias excepciones) y mucho nos tememos que mientras no superemos la barrera de la tauromaquia no habrá posibilidad de ponernos al día.

¿Cúal es la situación del debate en este momento? ¿Qué se está haciendo?

Desde la Asociación Antitaurina de Cantabria somos moderadamente optimistas. Siempre han existido opositores a las distintas versiones de los espectáculos con muerte de animales, aunque casi siempre eran intelectuales que protestaban de manera aislada. Hoy, sin embargo, hay asociaciones antitaurinas específicas, en sintonía con otras más genéricas como las protectoras de animales, animalistas e, incluso, ecologistas, en todas las autonomías. El movimiento antitaurino avanza y esto repercute en algunos lugares en los que hay Ayuntamientos que han llegado a declarar su municipio “municipio antitaurino”, como es el conocido caso de Barcelona. También en Francia, Portugal e hispanoamérica existen movimientos similares. Creemos que en un futuro próximo se puede llegar a una masa crítica que comience a cambiar la perspectiva de los políticos. Quizás el principal problema que tenemos sea la excesiva atomización. Frente un mundo taurino unificado en todo el territorio español, el antitaurino esta fragmentado en multitud de organizaciones. No tenemos ni siquiera una “imagen de marca”, un icono o un eslogan que nos identifique rápidamente entre los ciudadanos. Esperamos que en un futuro próximo se puedan dar pasos en el sentido de la coordinación y estandarización para que el mensaje sea más eficaz. Igualmente, este año, por primera vez, ha habido una reunión de organizaciones antitaurinas en Lisboa con el objetivo de la coordinación internacional.

En Cantabria existe una Asociación Antitaurina desde el año 2001, continuadora del “Colectivo antitaurino” que existía desde dos años antes. Las tareas que se realizan desde esta asociación son fundamentalmente las de propaganda (reparto de octavillas y folletos), envío de cartas a los medios de comunicación y concejales y políticos en general y alguna actividad legal (denuncias) que prácticamente se han abandonado, de momento, debido a la complicación y coste de las vías judiciales. La Asociación tiene una página web donde puedes encontrar más información o entrar en contacto con nosotros:

Asociación Antitaurina de Cantabria

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